El control interno de una empresa se define como el conjunto de métodos y procedimientos implantados para conseguir tres objetivos fundamentales:
– Seguridad y corrección en la información financiera generada.
– Garantías de salvaguarda de los activos.
– Eficiencia de las operaciones.
Un adecuado sistema de control interno permite a la empresa optimizar sus procesos y alcanzar mayores niveles de eficiencia.
Una revisión específica del sistema de control interno, ayuda al empresario a tener una certeza de que sus sistemas de control interno están funcionando adecuadamente, que están evitando y detectando errores o irregularidades y que la información que generan, es un fiel reflejo de lo que está ocurriendo en su negocio.
El auditor tras conocer cada uno de los elementos que componen la estructura de control interno de la empresa, definirá una serie de pruebas específicas, cuya naturaleza y alcance se diseña específicamente en cada caso y que van destinadas a verificar el correcto funcionamiento del sistema de control, y a identificar deficiencias o debilidades en el mismo con objeto de que las mismas puedan ser subsanadas.
El resultado del proceso de auditoría de control interno se plasmará en un informe en el que se describirá el objeto, la metodología y el alcance del trabajo efectuado así como el resultado de los procedimientos aplicados, incidiendo en aquellos susceptibles de mejora, así como en las medidas a adoptar para afrontarla.